Era una tarde fría de diciembre en Milán. Caminaba por el centro, disfrutando del bullicio navideño, cuando algo captó mi atención en Piazza del Duomo. La multitud se agolpaba frente a un gigantesco árbol de Navidad, pero este no era un abeto cualquiera. Me acerqué, curioso, y en ese momento, sin darme cuenta, comenzó mi historia de amor con el marketing experiencial.

El momento que lo cambió todo

Todo giraba en torno a VeraLab, la marca liderada por Cristina Fogazzi, mejor conocida como la «Estetista Cinica». Su mensaje, claro y poderoso, estaba grabado en cada destello del árbol: “We Wish You to Be Yourself”. A las 17:00 en punto, el abeto cobró vida, bañando de luces a la ciudad y a todos los presentes en una atmósfera de magia pura.

No solo se trataba de un espectáculo visual. A los pies del árbol, un encantador pueblo navideño en puro estilo VeraLab invitaba a los visitantes a vivir la experiencia al máximo. Los detalles irreverentes y auténticos reflejaban la esencia de una marca que no teme ser diferente. Fue como si toda la filosofía de la “Estetista Cinica” cobrara vida frente a mis ojos.

Una lección de sostenibilidad y compromiso

Este evento no solo me impactó por su belleza. Me enteré de que el árbol había sido seleccionado con criterios de sostenibilidad; su tala estaba justificada por razones de estabilidad y salud del ejemplar. Además, VeraLab había donado el equivalente al costo de la energía utilizada para iluminarlo a la Casa de Acogida Enzo Jannacci, ayudando a personas en situación de vulnerabilidad.

Este gesto transformó lo que podría haber sido una acción meramente comercial en un acto de impacto social y humano. Fue una demostración de cómo el marketing puede ser mucho más que una estrategia: puede ser una fuerza para el bien.

Cuando el marketing conecta corazones

Lo que vivió en Piazza del Duomo fue una experiencia que iba más allá de las palabras. VeraLab logró combinar emociones, valores y creatividad en un solo evento. Me enamoré de la manera en que una marca fue capaz de conectar con las personas, no solo vendiéndoles un producto, sino compartiendo un mensaje de aceptación y esperanza.

 Desde entonces, el marketing experiencial tiene un lugar especial en mi corazón. Y sí, no hubo vuelta atrás.